Los orígenes de Fuencaliente son muy antiguos y se remontan como poco a época romana, como así lo atestiguan los restos que se descubrieron en el siglo pasado en las obras que se hicieron para la remodelación del balneario y las casas de los alrededores. En las excavaciones realizadas para la cimentación de estos edificios se hallaron restos constructivos de edificaciones antiguas, entre las que se encontraban pequeños ladrillos, de apenas 10cms, que pasaron de mano en mano entre la gente del pueblo. Desgraciadamente, por aquel entonces no existía una ley de patrimonio cultural como la que hoy tenemos, que exige realizar un estudio de cualquier resto arqueológico que aparezca. Pero, sin duda, aquellos pequeños ladrillos eran similares a los que los romanos utilizaban en algunos de sus pavimentos, concretamente el opus spicatum.

No es extraño que los romanos conocieran el manantial de agua caliente, ferruginosa y con propiedades medicinales que abastece al balneario y que se encuentra situado bajo el camarín de la Virgen de los Baños en la iglesia parroquial y es muy probable que levantaran algún tipo de edificación para su aprovechamiento. Así lo menciona el historiador Inocente Hervás y Buendía en su Diccionario histórico, geográfico y bibliográfico de la provincia de Ciudad Real publicado en 1890.Sin embargo, poco más podemos afirmar sobre este hecho.

No obstante, el verdadero interés de los romanos por estas tierras de Sierra Morena se debía a la existencia de metales, concretamente de galena argentífera, mineral que fue explotado para la obtención de plata y plomo. De la riqueza metalífera de Sierra Morena dan testimonio varios autores antiguos, quienes describen la importancia que estas materias primas tenían para el Estado romano, propiciando para ello una explotación sistemática de los recursos de esta zona.

Durante el periodo republicano (siglos VI-Ia.C.), las minas eran propiedad de la República, pero se arrendaban a particulares o a compañías privadas, que controlaban el proceso de extracción y comercialización, a cambio del pago de un canon al erario público. Estas compañías extraían el mineral procedente de pequeñas minas que se hallaban diseminadas por el territorio y lo fundían para después trasportarlo en forma de lingotes hasta Roma y otros lugares del imperio, donde se utilizaba para la elaboración de diversos objetos, entre ellos las monedas.

En nuestro pueblo conocemos dos poblados situados uno en Valderrepisa y otro en la Dehesa y es muy posible que otros lugares, como los de La Cereceda o el Escorialejo, donde se concentran grandes cantidades de escorias tuvieran también un origen romano, pero de momento ninguno de ellos ha sido estudiado.

Aunque no sabemos mucho sobre las personas que trabajaban en estos procesos, en la mayoría de los casos se trataba de esclavos, si bien la presencia de monedas de diferentes cecas (Roma, Obulco, Castulo, Titiakos…) en Valderrepisa parece indicar que, al menos, algunos de los trabajadores eran hombres libres asalariados, muy probablemente oriundos de otros lugares, como así lo pone de manifiesto las inscripciones encontradas en La Dehesa dedicadas a un liberto y a divinidades griegas.

El poblado de Valderrepisa Se localiza en el puerto que le da nombre, justo enfrente del camino que va a Ventillas, un lugar privilegiado en las comunicaciones entre la Meseta Sur y Andalucía. Este yacimiento fue descubierto en 1982 por un grupo de trabajadores del ICONA mientras realizaban labores de limpieza y desmonte en el Arroyo del Puerto.

Mariano Pérez encontró una lucerna (candil) de cerámica y se puso en contacto con una de nosotras; enseguida visitamos el lugar junto con otros vecinos del pueblo para ver si se trataba de un hallazgo aislado o de un yacimiento arqueológico. Con los datos obtenidos, realizamos un informe y lo enviamos al Museo Provincial y a partir de ese momento Valderrepisa entró a formar parte de la carta arqueológica de Ciudad Real. Sin embargo, no sería excavado hasta 1990, cuando las obras de construcción del gasoducto MadridSevilla lo atravesaron de sur a norte, razón por la cual se llevó a cabo una excavación de urgencia autorizada por la Junta de Comunidades de Castilla La Mancha y dirigida por Macarena Fernández y Ángeles Serrano que estaba financiada ENAGAS, empresa responsable de las obras.

Debido a la importancia de los restos allí documentados esta empresa, junto con Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha y el ayuntamiento de Fuencaliente, decidieron desviar el trazado del gasoducto para preservar el yacimiento.

En 1991 fue necesaria otra intervención debido a la modernización del trazado de la red de telefónica, que cruza el yacimiento por su parte sur; en estas excavaciones, dirigidas por la arqueóloga Carmen García, se descubrió parte de un almacén que conservaba algunas vasijas de almacenamiento (ánforas y dolia).

En 1993 se llevó a cabo una nueva excavación motivada por la ampliación de la carretera y financiada por el MOPU. Los trabajos fueron dirigidos por Carmelo Fernández, pero esta vez los restos documentados no se conservaron y fueron destruidos por las máquinas. Todos estos trabajos pusieron al descubierto parte de un poblado romano proporcionando información muy valiosa sobre el trabajo metalúrgico de época republicana.

Por ello, en 1994 el ayuntamiento de Fuencaliente decidió proteger el lugar procediendo a su vallado con una subvención de la Junta de Comunidades.

En 2008, el ayuntamiento llevaría a cabo una campaña de limpieza y acondicionamiento bajo la supervisión de David Oliver.

A partir de 2017 un equipo de arqueólogos dirigidos por Macarena Fernández retoma las excavaciones con un Proyecto de Investigación subvencionado por el Ayuntamiento y la JCCM.

En la actualidad se están estudiando los materiales en el marco de un proyecto I+D dirigido por la catedrática de la UNED Mar Zarzalejos.

La elección de Valderrepisa para la instalación de una fundición metalúrgica no fue casual. Este lugar ofrecía unas excelentes condiciones, ya que disponía de de agua suficiente procedente del Arroyo del Puerto y de la Fuente del Almirez, madera en abundancia del entorno y buena ventilación, elementos necesarios para alimentar y activar los hornos de fundición, teniendo en cuenta que para fundir una tonelada de mineral hacían falta 100 toneladas de madera.

Creemos que este poblado fue abandonado de forma pacífica por la escasez de materiales arqueológicos recuperados en las distintas intervenciones, así como por la carencia de signos de destrucción, de manera que sus pobladores se llevarían consigo todos aquellos objetos que tuviera valor. Tanto los restos cerámicos como los numismáticos indican que este poblado fue fundado probablemente hacia mediados del siglo II a.C. y estaría en funcionamiento hasta el primer cuarto o mediados del siglo I a.C., es decir, unos 100 años. Una vez abandonado, no volvería a ser ocupado nunca más.

La Dehesa, en este paraje hay otro poblado romano de características semejantes al de Valderrepisa y, al igual que éste, el lugar era conocido por la abundancia de escorias que, según el testimonio de vecinos del pueblo, fueron lavadas y vendidas a mediados del siglo pasado por el “Tío Basilio”. En la actualidad su estado de conservación es bastante malo, ya que se encuentra muy arrasado y en parte enterrado bajo una escombrera próxima al campo de futbol. El yacimiento fue descubierto en 1973, cuando un niño de Fuencaliente encontró una inscripción sobre piedra que entregó a su maestro, Don Juan Díaz. Como la piedra estaba incompleta Don Juan decidió visitar el lugar acompañado de su amigo Don Alejandro Alonso para buscar el otro fragmento y, aunque no lo hallaron, comprobaron en la zona había escorias, fragmentos de tubos de cerámica, restos de hornos y muros. Además, localizaron dos pozos de minas y parte de un antiguo camino empedrado.

En el año 2000 Máximo Díaz encontró otra inscripción y una plancha de plomo de más de 1m de longitud mientras realizaba labores agrícolas.

Por último, en el 2006 el joven Samuel Pérez halló un nuevo epígrafe, que también estaba incompleto. Las dos primeras inscripciones están en latín y parecen corresponder a parte de un monumento funerario dedicado a un joven liberto llamado Clásico. La tercera está escrita en caracteres griegos y podría tratarse de un altar dedicado a Artemisa, diosa de la caza y a Deméter, diosa de la agricultura y han sido fechadas a mediados del s. Id.C., por lo que son más modernas que el poblado de Valderrepisa. La primera y la tercera se encuentran en el Museo de Ciudad Real junto con la plancha de plomo y la segunda puede verse en el Centro de Interpretación del Arte Rupestre de Fuencaliente.

La presencia de pozos mineros, restos de hornos, escorias, cerámica y de tres inscripciones parece indicar que en La Dehesa había una o varias minas y un poblado fundición en el que viviría una familia con el suficiente poder adquisitivo como para poder construir un monumento funerario en el que se emplearon piedras procedentes de otros lugares (caliza y arenisca).

A partir de los datos que hemos ido exponiendo se puede deducir que entre los siglos IIa.C y Id.C. los romanos habitaron las tierras de Fuencaliente con la finalidad de explotar sus recursos naturales, concretamente la galena argentífera, que se hallaba diseminada en pequeños filones por toda Sierra Morena. Para ello crearon establecimientos metalúrgicos como los de Valderrepisa y la Dehesa, que estaban conectados con otros de características similares situados por toda la comarca y una compleja red de transporte para sacar el mineral y abastecer a los trabajadores de todo lo necesario. Los materiales en ellos descubiertos muestran que habría un trasiego de gentes y un tráfico comercial de mercancías y productos de diverso tipo (artículos agrícolas, ganaderos, industriales…) que circularían por caminos que los interrelacionaban con los mercados vecinos e incluso con lejanos puntos del Imperio a través del mar.

Macarena Fernández Rodríguez y Carmen García Bueno