El Centro de Interpretación de Fuencaliente es un espacio para el visitante situado en la primera planta de la Oficina de Turismo situada en calle Mayor, 41.
Adentra al visitante mediante un discurso ameno y riguroso en el conocimiento de un territorio que ha habitado el hombre desde tiempos prehistóricos, cuyo hilo conductor será la importancia del metal, ya que la minería ha sido uno de los principales ejes dinamizadores que ha condicionado su vertebración histórica.
Disfruta viendo la réplica de una niña prehistórica, una incipiente artista garabateando en los abrigos a espaldas de sus padres, observa réplicas de hachas de piedra pulimentada y de cobre, molino barquiforme y de escorias de proceso de fundición, un epígrafe funerario en caliza de la primera mitad del s. I d.C y disfruta con tu familia y/o amigos de nuestro photocall y transfórmate en un auténtico prehistórico.
Un mapa de grandes dimensiones nos presenta un paisaje quebrado, agreste y montuoso cuyo vientre alberga la riqueza mineral y su epidermis una espesa vegetación donde medra una fauna exuberante. Territorio a lo largo de la historia de cazadores, mineros, agricultores y pastores.
Con el discurrir del tiempo los bosques se sustituyeron por cultivos, los enclaves se convirtieron en poblaciones y cortijos, los caminos de herradura ya son carreteras, pero imperturbables siguen los valles abiertos por los cursos fluviales y sobre todo... las sierras coronadas de farallones de cuarcita cubiertos de liquen.
La cuarcita, ese lienzo sobre el que se plasmaron en el Calcolítico y la Edad del Bronce unas pinturas repartidas en varias estaciones rupestres. A Fuencaliente le cabe el honor de ser el lugar donde se identificó por primera vez el arte rupestre en una fecha tan temprana como en 1783 cuando D. Francisco José López de Cárdenas, a la sazón cura párroco de Montoro, descubre las estaciones de Peña Escrita y de la Batanera mientras realizaba trabajos de recogida de minerales y otras antigüedades.
Desde el III Milenio a.C. la minería del cobre atrajo a grupos venidos desde el sur que se asentaron en poblados fortificados en altura cuya economía se basaba en la agricultura, la ganadería, la caza, la recolección y la metalurgia del cobre.
Este arte esquemático en el que se combinan signos abstractos con figuras humanas y de animales es el reflejo de unas sociedades que han alcanzado un importante desarrollo cultural y tecnológico.
El discurso narrativo nos conduce a época romana cuando en torno a la minería del plomo se generan insfraestructuras minero metalúrgicas, cuyas huellas aun son visibles en el paisaje y que la arqueología está contribuyendo a conocer de manera exhaustiva.
Con la llegada de Roma en esta zona, a finales del siglo II a.C., comienza una intensa actividad minera que se sustancia en la aparición de diversos asentamientos como Valderrepisa, un yacimiento romano de época republicana (s. II-I a.C.), muy bien planificado urbanísitcamente. Durante sus apenas 70 años de vida estuvo vinculado a la actividad metalúrgica de fundición.
La actividad minera y metalúrgica generó un buen número de asentamientos y una intenesa actividad comercial para abastecer las necesidades de unos trabajadores venidos muchos de ellos de lugares remotos.
Como el esclavo Classicus que obtuvo la libertad y así lo reflejó en su lápida funeraria, orgulloso de haberla conseguido y de morir como un hombre libre.
Por esos caminos romanos además de transitar mercancías y personas lo hacían sobre todo ideas. Estas redes son las responsables de la difusión de las costumbres, creencias y forma de vida romanas, lo que conocemos como romanización.
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